In memoriam... Se ha apagado la vela
En septiembre del año 2009 asistí al evento ortodóncico más brillante y conmovedor que jamás podré recordar. El paisaje estaba cuajado de historia y belleza. Dubrovnik, Croacia. El país de nacimiento de los padres de uno de los conferenciantes. Dos grandes ortodoncistas se habían conjurado para llevar al escenario una despedida pública, desmedida por lo emotiva. Vincent Kokich y Bjorn Zachrisson habían decidido decir adiós a su imborrable estela como docentes. Creo que ninguno de los que asistimos a esta reunión podremos olvidar aquello que escuchamos de ambos, llenos de fascinación y admiración. Tras la última intervención de Vince, el público erguido y borracho de emoción, irrumpió en el más prolongado aplauso que jamás se ha escuchado en un curso de ortodoncia. En ese momento pensé: algún día podré contar que yo estuve allí.
La última conferencia de Vincent Kokich trató acerca de la excelencia clínica, realizando un sorprendente juego de manos acerca de aquello que es certero y de lo que solo es arte. Supe que había estado enfrente del que era posiblemente el más excelso comunicador en nuestra profesión. Mas nunca hubiera podido imaginar como había construido su mensaje final. Mostró la imagen de una vela encendida. Alta y erguida. Y a continuación, la mostró cerca de su consunción. Metáfora hermosa de lo que consideraba que había sido su vida profesional. Pero como no podía ser menos nos volvió a sorprender a todos. El sentido de su vida era encender otras velas que brillaran a medida que la suya se apagaba. Y citó sólo a ortodoncistas europeos: Marco Rosa, Dan Grauer, Domingo Martín, Jonathan Sandler, Davide Mirabella ... De todos ellos se sentía esencialmente orgulloso. En ese instante de lo que fueron divinas palabras no pude menos que retrotraerme en el tiempo.
Se estaba organizando la reunión anual de la SEDO del año 1994, organizada por María Jesús Hernández. Siempre es el curso precongreso un evento especial en el que ningún presidente de reunión quiere equivocarse. Por ello María Jesús le preguntó a Pepe Chaqués si conocía a algún ortodoncista norteamericano que pudiera llevarlo a cabo. No quería María Jesús a ninguno de los habituales. Pepe le respondió: Vincent Kokich. Fue la primera vez que asistió a Europa invitado para dar un curso. A partir de ese momento, su relación con el continente de sus padres se convirtió en una constante. Volvió a impartir un curso en la SEDO en 2007, en la reunión que Angel Alonso organizó en Cádiz, demostrando de nuevo su brillantez y originalidad. En las reuniones de la Conferencia Internacional de Ortodoncia, mantenidas en Europa, participó de manera discontinuada, tanto en España como en Alemania. En la Sociedad Europea de Angle participó como dictante invitado, rechazando honorarios e incluso abonando sus gastos de viaje y estancia, porque consideraba que era el mejor foro ortodóncico actual. Y en todas sus participaciones demostró que era un ortodoncista excepcional y un conferenciante sublime.
Y un amigo sincero de la ortodoncia europea.
Vincent era profesor de la Universidad de Seattle. Y allí dirigió trabajos de investigación, preferentemente clínicos. Y desde esa plataforma, asociada al trabajo en su clínica en Tacoma revolucionó el quehacer ortodóncico. Abordó y renovó la profesión: excelencia clínica, estética dentogingival, ortodoncia periodontal, ingeniería tisular, implantología en ortodoncia, cirugía ortognática . Y cuando parecía que todo estaba dicho tuvo el coraje de presentar aquello que todos ocultábamos: resultados realistas en ortodoncia, sin complejos y con excelencia. Y en todo ello supo dar un ejemplo.
Generosidad.
Nunca un profesional, investigador y dictante había asumido una conducta tan abierta y generosa con la profesión y sus compañeros. Supo que todo aquello que la profesión ortodóncica le había dado debía ser transmitido de manera desinteresada a todos sus compañeros. Aceptó escribir capítulos en textos ortodóncicos a cambio de que pudieran ser colgados en su página web, para que pudieran ser descargados por todos. En los últimos dos años aceptó el cargo de editor de la mejor revista ortodóncica (AJODO), a la que renovó y dedicó un inmenso esfuerzo. En el último número de Julio de este año, he leído un artículo, del que es coautor, en el que escribe acerca de eficacia, efectividad y eficiencia en un determinado aspecto del tratamiento ortodóncico. Estos tres conceptos pueden ser el epitafio de su quehacer profesional y docente. Hoy el mundo ortodóncico le llora. Han de pasar muchos años hasta que alguien ocupe su lugar. Porque se ha ido alguien que supo unir lo que es difícil: excelencia clínica, innovación, investigación, docencia y elegancia. Se apagó la vela, pero ha nacido una leyenda.
José María Llamas